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Viernes 24 de Marzo de 2017

En Sesión Pública Especial se evocó el golpe de Estado de 1976, en su 41º aniversario

    En cumplimiento de la Ley 11.782 se llevó a cabo hoy, 24 de marzo de 2017, un acto con el objetivo de repudiar el terrorismo de Estado. Considerándola una jornada para la reflexión de la sociedad en su conjunto sobre la permanente necesidad de la defensa del sistema constitucional y la plena vigencia de los Derechos Humanos, tuvo lugar en el recinto de sesiones del Honorable Concejo Deliberante de General Pueyrredon una manifestación pública, oficial y masiva de repudio y un ejercicio –necesario, por supuesto-.
De esta manera, se conmemoró el “41º Aniversario del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, reafirmando la Democracia y los Derechos Humanos y en repudio al terrorismo de Estado y toda forma de discriminación”.
Con las presencia del Presidente del Honorable Concejo Deliberante de General Pueyrredon, Guillermo Sáenz Saralegui, se llevó a cabo hoy la Sesión Pública Especial en conmemoración del 40º aniversario del Golpe de Estado perpetrado por la Junta Militar, que instauró durante siete años el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, provocando un cambio sustancial en la matriz económica e industrial del país y dejando miles de desaparecidos, asesinados y bebés apropiados.
El Cuerpo Deliberativo, en esta ocasión se manifestó a través de la emisión de documentos varios. El Presidente leyó el suyo; lo propio hicieron los demás bloques (UCR, el PRO, el Frente Renovador, CREAR, Frente para la Victoria, Acción Marplatense y el concejal monobloque Balut Olivar Tarifa Arenas).
Estuvieron presentes el secretario de Gobierno, Alejando Vicente, en representación del intendente Carlos Fernando Arroyo, que se tomó unos días de descanso; otros integrantes del Departamento Ejecutivo; los concejales, Mario Rodríguez, Gonzalo Quevedo, Eduardo Abud y Cristina Coria (UCR); Juan Aicega y Patricia Serventich (AA-PRO); Balut Olivar Tarifa Arenas (monobloque); Daniel Rodríguez y Marina Santoro (FpV); Cristian Azcona (FR), Lucas Fiorini y Alejandro Carrancio (CREAR); Claudia Rodríguez, Marcelo Fernández y Alejandro Ferro (AM).
También asistieron referentes de organismos de Derechos Humanos, como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y Madres Línea Fundadora, además de invitados especiales, representantes del Cuerpo Consular, ex veteranos de Malvinas, de la Universidad, de las colectividades, de órganos profesionales, de sindicatos, de instituciones religiosas, de la Comisión Municipal de la Memoria y del Poder Judicial.
La Sesión Especial comenzó con la entonación de las estrofas de Himno Nacional Argentino. Y luego, como es habitual, prosiguió con el video “Historias de Abuelas. La identidad no se impone” (trabajo realizado por personal del Teatro Auditorium-Centro Provincial de las Artes).
Antes de la lectura de documentos, el Presidente del HCD, Guillermo Sáenz Saralegui señaló: “Estamos hoy reunidos movilizados por el dolor que provoca haber vivido la noche más oscura, dolorosa y sangrienta de la joven historia de nuestra República Argentina: el inicio de la última dictadura cívico-militar.
El Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, tal como fue declarado en el año 2002, viene a recordarnos la fecha de inicio de una actuación nefasta del Estado Argentino, que impulsó el miedo, el dolor, la desaparición de personas, la tortura y la muerte. Miles de personas desaparecidas y asesinadas, y otras tantas exiliadas dibujaron el mapa de un país arrasado.
Esta fecha, que hoy conmemoramos con dolor pero con la convicción de saber que jamás se repetirá por nuestra firme posición de rechazo, debe servir para que al hacer memoria comprendamos los motivos que provocaron la llegada de un sangriento gobierno de facto al Poder.
Más de 7 años de oscuridad absoluta, de ausencia, de pesimismo, de miedo, de muerte, de silencio implacable. Una larga y penumbrosa noche que sumió a los argentinos en el dolor de la pérdida.
Nuestra obligación está en comprender el pasado, para tener los pies firmes en el presente y saber hacia dónde queremos dirigirnos como país. Y cómo queremos hacerlo.
Y lo que tenemos claro que es queremos un futuro promisorio, en paz y con todos los argentinos subidos al tren que nos lleve hacia ese futuro. En paz, sin muerte, sin tortura y con Justicia cumplida”.
Además, también se expresaron otros concejales, más allá de la lectura de los respectivos documentos de los bloques políticos que integran la actual composición del Honorable Concejo Deliberante.
Durante el acto, una integrante del Colectivo Faro de la Memoria, HIJOS y Familiares de Detenidos Desaparecidos Mar del Plata, Ana Pecoraro, expresó: “Mi voz es la voz de muchas organizaciones, sobre todo de organismos de derechos humanos y organizaciones sociales, políticas y educativas que defienden la política de Memoria, Verdad y Justicia. La dictadura de 1976 se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional”, dejando en claro los objetivos que venían a cumplir: disciplinar, amedrentar y quebrar los lazos sociales. Argentina tuvo seis golpes militares, más que ningún otro país de América Latina. Y el de 1976 fue el más cruento y siniestro. La Junta Militar, a través de la Iglesia, el Poder Judicial, los grupos económicos, a través de los centros clandestinos de detención, a través de prácticas de exterminio, pretendió silenciar y quebrar una sociedad argentina movilizada, comprometida, consciente y activa por la defensa de los derechos. El terror y la tortura impartida en esos centros no sólo fueron para quienes estuvieron dentro de ellos, sino también para toda la población. Claramente, para el proyecto económico que venía a instalarse, los trabajadores, obreros, estudiantes, profesionales y sindicalistas -que estaban movilizados en la lucha y defensa de sus derechos- eran un gran estorbo. Y este proyecto económico de saqueo, precarización y desindustrialización -donde los grandes grupos económicos eran los únicos beneficiados- se contraponía al objetivo del pueblo de lograr un país más justo y solidario. La forma de imponerlo fue la eliminación de gran parte de la población. El terror y la muerte no pudieron contra el amor y la valentía de las madres y padres que salieron a la calle a buscar a sus hijos y a sus nietos. Las locas de Plaza de Mayo que en plena dictadura no vacilaron en enfrentarse al poder de las armas, que buscaron Memoria, Verdad y Justicia, convirtiéndose en uno de los símbolos mundiales en derechos humanos. A esta lucha, hoy se suman los nietos y la cuarta generación de abuelas. En nuestra ciudad el terrorismo de Estado fue arrasador. Todas las fuerzas de seguridad: policía, ejército, marina y fuerza aérea crearon un circuito represivo con más de diez centros clandestinos y un saldo de 440 detenidos-desaparecidos, llevando a Mar del Plata a estar dentro de las cinco ciudades más castigadas. Son 750 centros en todo el país, como parte de un plan sistemático de tortura y desaparición. Consideramos la memoria como un presente indispensable para la construcción de un futuro. Presente porque buscamos 400 desaparecidos vivos, y porque no sabemos qué pasó con los 30.000 desaparecidos, porque existen continuidades y prácticas que nada tienen que ver con la democracia. Estas políticas no son un curro. No olvidamos, no perdonamos”.
Y a continuación, Ledda Barreiro, Presidenta de Madres de Plaza de Mayo filial Mar del Plata, fue muy clara, sintética, explícita y pedagógica al manifestar: “A veces soy reiterativa y no puedo dejar de decirlo cada vez que hablo, pero este Concejo Deliberante, la casa del pueblo, durante la dictadura fue un depósito de muebles. Mar del Plata, que hoy tiene un millón de habitantes, y en ese momento 200.000 mil, tuvo 600 desaparecidos. Es muchísimo. Y diez centros de detención. Más casas transitorias de tortura, porque los centros estaban llenos. Estamos en el período democrático más largo de nuestra historia. Y tenemos que reflexionar sobre eso. Tan débil es el pueblo que enseguida le quitan sus derechos?. Yo tenía miedo de la parálisis de la juventud, porque el plan sistemático de desaparición, tortura y muerte y robos de bebés procuró generar miedo en la población, que calle, que no se meta, generó el terror. El efecto es paralizar el pueblo, que no pelea sus derechos. Pero por suerte estoy viva para ver cuánta juventud se está moviendo, haciendo su camino, que quizás en el futuro próximo genere un cambio. Mientras tanto, nosotras seguimos buscando a nuestros nietos, que son muchos, que son mayores, y que ya tienen sus hijos. Incluso, los propios hijos llevan a los padres a buscar su identidad a nuestras sedes, para dar el paso más grande de sus vidas. La experiencia en América Latina demuestra que ya no se necesita la mano de obra sucia de las Fuerzas Armadas para provocar un golpe de Estado, que beneficia a un sector de privilegiados. Y eso empezó desde el genocidio de las poblaciones originarias, que dejó dos millones y medio de hectáreas a la familia Martínez de Hoz, por ejemplo, medio millón de hectáreas a los Bullrich. Había una lista de beneficiados. Así fue siempre. Sucede ahora. El poder es voraz. En un mundo donde corren peligro las generaciones futuras, el poder está matando la tierra y es voraz. Siempre quiere más. Siempre pide más. Acá fueron más allá. Crearon centros de detención, robaron hijos. Pero se equivocaron. No pudieron. Este de Mar del Plata es el único Concejo Deliberante que tiene las fotos de nuestros desaparecidos. Muchas gracias por eso. Cuando hablamos de derechos humanos, cualquier peatón lo emparenta con los desaparecidos. Pero fueron aprobados en 1948 y son los básicos: la vivienda, educación, alimentación y salud. Por eso, está vigente la problemática de la educación. Siempre se debe luchar por esos derechos, porque nunca nadie graciosamente los entregó sin luchar. Evitemos tener otra generación de pibes chorros, que ya surgió en la era menemista. El pibe chorro es consecuencia de la falta de trabajo, que genera desocupados. Pibes condenados a muerte casi desde su nacimiento. Luchen por sus derechos, chicos. Muchas gracias”.
El artista Alejandro Placé interpretó un par de temas casi en el epílogo de un acto emotivo, que apeló a la memoria y cuyos discursos procuraron situar el contexto específico en el cual germinaron las condiciones sociales, políticas y económicas de la gran noche trágica de siete años vividos por la República Argentina entre 1976 y 1983.